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TERESITA GÓMEZ
Pianista a escondidas
Teresa Gómez supo que quería ser pianista a los tres años de edad. Luchó incansablemente por aprender a tocar este instrumento y entregar su vida por completo a la música.
Creció en el Instituto de Bellas Artes de Medellín, donde sus padres trabajaban y vivían, pues cuidaban el edificio. En el día, Teresa Gómez, se escondía entre los salones para escuchar, con total atención, las clases que recibían las niñas. En la noche, con los salones vacíos y sin el obstáculo de los prejuicios, trataba de reproducir las melodías. Pequeños momentos en el que el piano era suyo, cuando no importaba que fuera pobre, ni que su piel fuera negra. Porque hacer música es el derecho de los apasionados, y Teresa Gómez, ya estaba enamorada del piano, y el piano también estaba enamorado de ella.
“Mi mamá, que era muy cómica, decía: “eso no es para los negritos, mi amor”. Pero yo seguí insistiendo, mi padre fue mi aliado”, comenta la maestra. Cuando pudo tocar de memoria una “piecita”, como ella dice, se la mostró a su papá. El la llevó al auditorio, abrió el piano de cola y Teresa Gómez se presentó por primera vez.
Cuando tenía cuatro años, la profesora del Instituto, Marta Agudelo, descubrió el secreto de Teresita, como la llaman todos. La oyó mientras tocaba el piano y le prometió darle clases, en secreto, un día por semana. Agudelo logró que Teresita se presentara con las niñas del instituto, cada seis meses, durante el concierto infantil. Le regalaron vestidos elegantes para que tocara el piano, ropa fina de diferente color al del resto de las pequeñas pianistas y era la última en tocar. Pero allí estaba Teresa Gómez: feliz, elegante y de diferente color.
Posteriormente, la maestra italiana Anna María Penella, nutrió su educación musical. Penella sólo estuvo tres años en el país y durante este tiempo se dedicó a formarla pues reconocía su gran talento. Teresa Gómez suspendió sus clases en el colegio para aprender con Penella, iba todos los días a la biblioteca a leer: “de allí viene mi amor a la literatura. Los libros han sido mis amigos de infancia”, señala.
Cuando tenía 15 años, apareció en su vida una mujer adinerada quien apoyó su carrera. La llevó a Bogotá, la inscribió en un internado y durante las tardes aprendía piano. Tomó cursos superiores en el Conservatorio de la Universidad Nacional en donde fue alumna de Tatiana Goncharova.
Regresó a Medellín a los 18 años, finalizó sus estudios de música en la Universidad de Antioquia y se graduó como concertista y profesora de piano summa cum laude. Tocó en la Ópera de Medellín y en la de Colombia. Su talento, que rompió estereotipos, hizo lo mismo con las fronteras. En la década de los setenta, hizo parte de la Orquesta Sinfónica de Jeleniej Górze, en Polonia. En 1983, fue agregada cultural en Alemania. Con el buen humor y la nobleza que la caracterizan le respondió a un diplomático, quien le preguntó si sabía leer y escribir: “sí sé leer y escribir, además, la letra me sale bonita”. Pero ella no estaba allí para eso, mostró su talento por Europa y compartió la cultura colombiana.
Es profesora emérita de la Universidad de Antioquia, fue docente de las universidades de Caldas, Cauca, Andes y del Instituto de Bellas Artes de Medellín. Su compromiso con la docencia continúa hasta ahora, pese a que está jubilada de la academia. En su casa, donde tiene tres pianos de cola que sus admiradores le han regalado, realiza conciertos privados para divulgar jóvenes talentos e impulsar la música, como una expresión del espíritu humano.
Su pasión por el piano sobrepasa el racismo y los prejuicios sociales. El trabajo de Teresa Gómez como música, gestora cultural y docente son razones, más que suficientes, para que esté nominada al Tributo Semana Royal Salute 2014.
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