Para Rocío, la moda va mucho más allá de la función básica del vestir, es más una vocación que ha convertido en una fascinación personal que le permite retarse cada día. Esta periodista y politóloga de profesión ha logrado innovar en la manera como se habla y narra la moda. Lo hace desde un lugar muy íntimo, alejada de los cánones tradicionales y los clichés, y aproximándola más a  la literatura y el arte.

Y es que Rocío no puede negar que su interés por la moda siempre ha existido. Su padre fue sastre y de ahí aprendió que las palabras se cosen como las telas, que deben ser planeadas meticulosamente sin perder el hilo o los acabados. Su narrativa es entretenida, sagaz, sobria. No le teme a decir las cosas.

Su pasión la ha llevado a internarse en lo más profundo del diseño de la mano de su serie “Talleres”. Allí ella va descubriendo a cada uno de los diseñadores. Como cuenta, se trata de ir hilando el encaje laborioso para al final sorprender con piezas periodísticas exquisitas que retratan las duras labores de las tareas creativas, y el oficio difícil y espontáneo que se valora únicamente con el éxito comercial.

Rocío es fiel creyente de que en Colombia hay mucho talento que se opaca por el gusto acelerado por el producto internacional y el desconocimiento del diseño nacional. Es labor de los periodistas mostrar una perspectiva diferente para incitar a comprar lo colombiano y dejar de preferir las marcas internacionales. Esta fue la razón principal por la que decidió aceptar el reto de jurado de Se Busca Diseñador Fucsia-Finesse.

Rocío le encuentra un pasado a cada prenda, a cada costura. Ella más que nadie es quien logra descifrar las voces interiores de los diseñadores. Ella entiende la rebeldía y trasgresión de Rubén Antorveza, y ve un potencial en la perfección imperfecta de los veranos italianos de la colección de Francris Arata.